El error más decisivo de cuantos cometemos es creer que se puede poseer. Objetos, animales, amigos, amantes. Todo lo queremos, e incluso quisiéramos poseer la vida misma. Pero cualquiera de esas ilusiones es vana. Se puede contemplar, rogar, acariciar lo que deseamos; no poseerlo. Se puede hablar, cantar o bailar en el círculo del mundo. Sin embargo, nunca nos apropiaremos de él. ¿Adónde lo llevaríamos? (El puente de fuego, p. 111)
jueves, 10 de julio de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Sin embargo, el instinto de posesión es el más antiguo de la Humanidad. De lo contrario, si no podemos poseer las cosas, éstas se nos escapan volando. Y, entonces, podemos caer en la superficialidad, la frivolidad, la banalidad o la ligereza ante la existencia. El no querer compartir las cosas con nadie nos lleva a la posesión, pero el egoísmo forma parte de la esencia del hombre y la contemplación se pierde en los cielos que no podemos alcanzar desde este mundo. La posesión es humana. El bailar divino.
Nada más liberalizador, que carecer de posesiones. Si pudieramos prescindir de aquello que nos atrae, incita y finalmente apasiona, tal vez dejariamos de desear poseerlo. Todo es temporal y solo cabe el intercambio.
Publicar un comentario