Nunca habíamos llegado tan lejos en el viaje por nuestro cuerpo. El rey ya no sólo está desnudo sino que es transparente y, gracias a las máquinas de la última medicina, ve en sí mismo lo que no hubiera podido ni siquiera soñar. Pero lo que ve le desconcierta y atrae simultáneamente. Bajo la piel hay bosques, ríos, espesas vegetaciones, manadas desbocadas, sutiles criaturas que crecen, viven y mueren delicadamente. También hay planetas, estrellas, universos. El rey ha llegado tan lejos en su desnudez que ya vislumbra aquella intimidad pacientemente evocada a lo largo de mile3nios. Ve su alma. Y en ella todos los mundos que creía ajenos cuando con tanta soberbia iba vestido con los atributos de su poder. (El puente de fuego, p. 131)
martes, 30 de septiembre de 2008
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