miércoles, 9 de septiembre de 2009

El inmóvil

Los esclavos del movimiento no comprenden a este hombre que pasa horas y horas, inmóvil, en el margen de la carretera. Piensan que es perezoso e inútil porque lo consecuente es ir de un lado para otro, como hacen todos. Si se construyó la carretera fue para propiciar los desplazamientos y no, desde luego, la inmovilidad. Ese hombre que se niega a moverse es un intruso que al quebrantar la lógica amenaza con romper el orden de las cosas. Es un parásito, un ser superfluo. Esto bastaría para expulsarlo del margen del camino. Pero lo que más inquieta a los esclavos del movimiento es que este hombre guarde a través de su inmovilidad un secreto que ellos no pueden compartir. Y esa sospecha lo hace definitivamente culpable.


(El puente de fuego)